Cierto día un grupo de ancianos, comentaban que en el pueblo
de San Lucas Tolimán, situado a orillas del lago de Atitlán, existe un terreno
muy hermoso, desde donde se observan dos volcanes que adornan el paisaje del
lugar.
Este terreno, hace muchos años, fue alquilado por una
familia formada por doña Rosario (Chayo) la mamá, don José (Chepe) el Papá, y
Josecito (Chepito) el hijo.
Desde que llegaron a vivir
a ese terreno, no fueron felices, discutían siempre, especialmente por
las noches, momento en el cual debe existir silencio rotundo, para dejar que el
señor de la noche descanse en ella.
Un día, María, vecina de doña Chayo, quien siempre miraba y
oía las diferencias que había entre Chayo y Chepe, fue testigo del momento en
el que Chepe se marchó de la casa, dejando sola a Chayo con su hijo,
seguramente buscando los motivos que los llevaron a tan penosa situación.
Ese mismo día, al llegar la noche, se abrió la tierra, en el
centro del terreno, y de pronto aparecen pequeños personajes vistiendo trajes
deslumbrantes, con muchos colores, espejos colgantes y bricho.
Bailaban luciendo su hermoso y colorido vestuario, caminaban
por todo el terreno hasta que desaparecieron.
Luego de unos minutos, aparecieron nuevamente luciendo
trajes diferentes, pero igual de vistosos, bailaron en todo el terreno hasta
que se abrió nuevamente el centro del terreno y se cerró.
Temerosa, temblando y con voz entrecortada, María va con
Chayo a contarles lo que había visto, pero Chayo le responde, que también ella
lo había visto desde su casa…
A los pocos días, después de este acontecimiento,
arrepentido y por el cariño que le tenía a su familia, Chepe regresó a su casa.
Chayo y María le contaron lo sucedido, pero él no les creyó
nada.
Unos días después, Chepe y Chayo dejaron a su hijo
durmiendo, mientras ellos cenaban en la cocina.
De pronto grita Josecito, con mucho miedo.
Ellos corren para el cuarto y encuentran a su hijo de pie,
asustado, pálido y temblando de miedo.
Cuando le preguntaron qué había pasado, él les contó que había visto a
varias personas muy pequeñas con trajes bonitos y bailando.
Desde ese día, el niño ya no fue el mismo, no jugaba, no
comía, tampoco podía dormir y lloraba mucho.
El niño se enfermó y al poco tiempo murió. Todos los vecinos y familiares creyeron que
lo que el niño vio ese día, fue la causa de su muerte.
Curiosamente, después de haber sucedido esto, la pareja no
discutió más, y nadie volvió a ver a esas personas misteriosas en el lugar.
Chayo y Chepe se fueron y nadie volvió a vivir
en ese terreno, hasta hoy en día...
Fuente: Alumnos de
Quinto y Sexto magisterio promoción 2006
Primaria Bilingüe
Intercultural Colegio Integral Tolimán (CIT);
Compartido por: Cesia
Lizeth Castro Chutá

Se encuentra ubicada al sur del hermoso Lago Atitlán, en el Departamento de Sololá, en su territorio se ubican los volcanes Atitlán y Tolimán. Su fiesta titular se celebra del 15 al 20 de octubre, siendo el día principal el 18.
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